(Carta de juego Illuminati ilustra
alegados planes con EE UU)
Titular: Origen, impacto y consecuencias de los papeles
de Snowden
Fuente: internacional (PUNTO) elpais (PUNTO) com/internacional/2013/06/15/actualidad/1371315270_917129 (PUNTO) html
Fecha:
16 de junio de 2013
De todo lo que se ha conocido en los últimos días gracias a la audacia
de un joven de 29 años con una cierta obsesión por el espionaje , hay algo que
no es novedad: la privacidad ha desaparecido, somos constantemente objeto de la
mirada de alguien. Ahora hemos sabido que entre esos muchos que nos observan
está el Gobierno de Estados Unidos, lo cual tampoco es exactamente una gran
sorpresa.
EE UU es la mayor potencia económica y militar del mundo. Tiene
intereses planetarios y tropas y bases en los cinco continentes. Es el objetivo
declarado número uno del terrorismo internacional, que le demostró sus
intenciones y recursos el 11 de septiembre de 2001. Ha sido blanco de numerosos
ataques cibernéticos de parte de su gran rival en el mundo, China. Es el país que
inventó Internet y en el que han nacido y residen Google, Microsoft, Facebook,
Apple, Twitter y otras marcas de menos renombre que dominan
la actividad en la Red. Tiene, por tanto, los motivos y los medios. Que el
Gobierno de EE UU, en colaboración más o menos voluntaria con las empresas de
EE UU que poseen toda la información existente en Internet, haya accedido a
esos datos con el propósito de localizar a sus enemigos, puede ser cualquier
cosa menos una sorpresa.
Tampoco es un una ilegalidad, puesto que el Gobierno se proveyó de todas
las autorizaciones parlamentarias y judiciales que eran pertinentes. Sí puede
ser una inmoralidad y un atropello de las libertades públicas, algo en lo que
las autoridades de todos los países incurren frecuentemente con la ley en la
mano. Pero el juicio de esa actitud puede producir resultados distintos si se
observa desde el concepto liberal e individualista, en cuyo caso el veredicto
sería severo, o desde una idea más estatista sobre el papel del Gobierno, que
podría dictar una sentencia más benevolente.
¿Qué es lo que está en juego en el caso que el joven Edwar Snowden ha
puesto sobre la mesa? ¿Qué es lo que realmente ha sacado a relucir y qué debate
ha desencadenado eso? ¿Debe preocuparle a los ciudadanos ser espiados? ¿Por
qué? En EE UU, la opinión pública parece decantarse a favor de permitir ciertas
incursiones del Gobierno en su privacidad, si eso ayuda a mejorar su seguridad,
lo que responde a la lógica de que una mayoría de población cuyo comportamiento
es intachable no tiene en principio ningún temor a que revisen su vida. Pero,
por supuesto, no se trata de eso. Se trata de cuáles son los límites del Estado
y qué pueden hacer las personas corrientes para protegerse.
Edward Snowden, un contratista privado al servicio de la Agencia de
Seguridad Nacional (NSA), entregó a The Guardian, primero, y después a The
Washington Post dos documentos que recogían otros tantos programas secretos de
espionaje del Gobierno de EE UU, uno para el registro de los números de
teléfono y duración de las llamadas telefónicas de la compañía Verizon en EE
UU, y otro, conocido como Prisma, que permite el acceso a correos electrónicos,
chats, fotos y otro material intercambiable en Internet entre ciudadanos
extranjeros y fuera de territorio de EE UU.
De acuerdo a las autoridades norteamericanas, ambos son programas son
muy valiosos, han permitido en el pasado abortar decenas de intentos de ataques
terroristas y su revelación constituye un gran perjuicio para EE UU. De acuerdo
a la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), que ha presentado una
demanda contra el Gobierno, es una violación de la Constitución. El presidente
Barack Obama los defendió diciendo que, en el mundo actual, “no se puede tener
el 100% de privacidad y el 100% de seguridad”. Esos programas representan,
dijo, una mínima molestia que los norteamericanos pueden permitirse en aras de
dormir más tranquilos.
Ahí es donde está el meollo de la cuestión. ¿Dormimos más tranquilos
sabiendo que el ojo del Gran Hermano orwelliano vigila? Tal vez sí o tal vez
no, pero, en todo caso, la única alternativa es permanecer despiertos.
Para analizar el impacto y las consecuencias de los papeles de Snowden
es necesario inscribirlos en el tiempo en que se han producido. Así como los
papeles del Pentágono cayeron sobre una población horrorizada con la guerra y
el Watergate aterrizó en un país asqueado de las marrullerías de la política,
los papeles de Snowden encuentran a una sociedad adormecida por los encantos
ilimitados de las nuevas tecnologías.
Hoy la privacidad es objeto de ataque constante e impune. Cuando se
entra en un banco, uno es observado por una cámara tras la que hay un agente de
seguridad; cuando se sube al metro o se accede a un aeropuerto, todos somos,
igualmente, filmados y registrados. Simplemente paseando por la calle podemos
ser grabados y, posteriormente, nuestra imagen puede ser contemplada por un
funcionario, que, aburrido, podría llegar a entretenerse con algunos detalles
de nuestro físico. Hay cámaras en los más diversos escenarios públicos y
privados, desde un teatro a un taxi, y a nadie parece importarle mucho.
Esa realidad adquiere una proporción desmesurada cuando se traslada al
campo de Internet. Nuestros mensajes, nuestras fotos de cumpleaños, cualquier indiscreción
personal, incluso nuestros más íntimos pensamientos ofrecidos al amigo o la
persona amada están almacenados en algún lugar de lo que, muy gráficamente, se
llama “la nube”. Será una nube, pero no es un limbo. Empresas concretas y
personas precisas tienen acceso a esa información, la procesan y,
eventualmente, la usan con motivos comerciales.
¿Cuál es la diferencia de que la use el Gobierno con motivos más nobles,
como la seguridad? En primer lugar, es necesario recordar que el programa
Prisma no afecta, al menos en lo que se sabe, a ciudadanos norteamericanos o
que residan en EE UU. Por lo demás, el espionaje es una actividad tan antigua
como el propio ser humano. En otros tiempos se hacía con rudimentarias antenas
parabólicas y micrófonos ocultos en un jarrón. Hoy basta un ordenador. Los
países se espían unos a los otros, y espían a sus propios ciudadanos, sus
finanzas y movimientos sospechosos. Cuando ese espionaje produce resultados
satisfactorios, que es relativamente frecuente –piensen, en cada país, en la
cantidad de indeseables detectados en los últimos años por el seguimiento de sus
cuentas bancarias o sus llamadas telefónicas–, nos alegramos todos. ¡Cuántos
inocentes no habrán sido espiados hasta llegar a los verdaderos culpables!
Pero, al mismo tiempo, cuando nos queda constancia de que ese espionaje existe,
nos horrorizamos. Y ese horror se produce, no tanto por el espionaje en sí,
sino por su carácter secreto.
Lo secreto nos asusta y, con razón, nos alarma. El secreto protege la
actuación legítima de un agente del bien, pero también tapa el abuso de un
funcionario inescrupuloso. El secreto deja a los ciudadanos inertes ante el
Gobierno, que queda como la única autoridad para decidir qué hacer en cada
situación. El secreto es, obviamente, el caldo de cultivo del autoritarismo.
Cualquiera puede entender que los gobernantes tengan que actuar en
secreto en ocasiones. A nadie se le ocurre que la CIA debiera haber ido
informando al Congreso sobre sus pasos en la localización de Osama bin Laden.
Pero el secreto no se justifica siempre ni con tanta frecuencia como las
autoridades desearían. Probablemente, no se justifica en los papeles de
Snowden. No se aprecia a primera vista qué dicen esos papeles que los
terroristas no dieran ya por supuesto. ¿A alguien se le ocurre que Al Qaeda se
comunicaba por correo electrónico sin sospechar en absoluto que pudiera ser
leídos por los servicios de espionaje?
Así pues, el problema de fondo detectado gracias a los papeles de
Snowden es el del insuficiente control de la intromisión del Gobierno en las
vidas privadas de los ciudadanos. No el ataque en sí a una privacidad que ya no
existe, ni el hecho mismo de que EE UU, como le corresponde, espíe para
protegerse, sino la preocupación por la extensión de ese espionaje debido a la
falta de control democrático. El Congreso era informado, pero en secreto. Un juez
firmaba la autorización para ese espionaje, pero era el juez de un tribunal
secreto –creado en 1978 y conocido por las siglas de FISA- que en último año
aprobó todas, absolutamente todas, las solicitudes de intervención presentadas
por los responsables de seguridad. A todas luces parecen garantías escasas para
una recolección tan masiva de datos.
El último ángulo controvertido de esta historia es el del papel de las
empresas de Internet, que ahora tratan de limpiar su imagen. Este sábado,
Facebook dijo que en 2012 había recibido alrededor de 10,000 peticiones de
distintos noveles del Gobierno para acceder a cuentas de sus clientes.
Microsoft informó de haber recibido entre 6.000 y 7.000 reclamaciones
similares. Difícil resistirse a esas peticiones, que iban firmadas por el
correspondiente juez de FISA. Pero esas empresas y otras grandes de Internet
que esta semana hicieron públicas reclamaciones de más transparencia, se deben
también a sus clientes, con los que se han comprometido a no desvelar sus datos
privados.
De nuevo,
nos encontramos ante un dilema muy propio de este tiempo y dificilísimo de
resolver. La tensión entre el interés público y el espacio privado existe desde
que las personas conviven. En nombre de atender el bien de la mayoría se han
cometido grandes gestas y tropelías a lo largo de la historia de la humanidad.
Los papeles de Snowden prueban que la tentación de actuar por encima del conocimiento
de los ciudadanos, aunque sea en su propio favor, no solo no ha desparecido
sino que se ha incrementado y hecho más peligrosa en la era de Internet.
Fuente: internacional (PUNTO) elpais (PUNTO) com/internacional/2013/06/15/actualidad/1371315270_917129 (PUNTO) html
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Londres
también espía a los 'amigos'
Fecha:
18 de junio de 2013
Fuente: deia
(PUNTO) com/2013/06/18/mundo/londres-tambien-espia-a-los-39amigos39
Londres. El Gobierno británico ordenó espiar los teléfonos
y ordenadores de las delegaciones que participaron en 2009 en dos cumbres del
G20 en Londres, aseguró ayer el diario The Guardian en su página web. El
periódico afirma haber tenido acceso a documentos clasificados en los que se
confirmaría un "espionaje sistemático" llevado a cabo por el centro
de escuchas británico GCHQ por el que se interceptados los teléfonos de políticos
y funcionarios extranjeros participantes en esas reuniones y se vigilaron sus
computadoras.
Los
documentos habrían sido entregados al diario por Edward Snowden, fuente de las
filtraciones sobre el masivo programa de espionaje estadounidense que han
sacudido en las últimas semanas al Gobierno de Barack Obama.
En el
caso de lo ocurrido en 2009 en Londres, el objetivo de ese espionaje habría
sido conocer con antelación las diferentes posiciones de los países del G20,
entre otras de aliados como Sudáfrica o Turquía, según The Guardian.
Entre
las prácticas llevadas a cabo, los anfitriones británicos habrían recomendado a
los integrantes de esas delegaciones que utilizasen una serie de cibercafés
donde los servicios de inteligencia podían leer los correos electrónicos. En
2009 se celebraron en Londres dos reuniones del G20 (países industrializados y
emergentes), en abril y septiembre, organizadas por el entonces primer ministro
laborista Gordon Brown.
A ellas
asistieron los líderes del G8 (países ricos y Rusia), que mañana comienzan una
cumbre de dos días en Irlanda del Norte bajo presidencia británica. The
Guardian es el periódico que publicó los documentos secretos filtrados por
Snowden que remiten a un espionaje masivo de teléfonos y servicios de internet
en Estados Unidos llevado a cabo por la Agencia Nacional de Inteligencia (NSA).
El
primer ministro británico, David Cameron, no quiso hacer comentarios ayer sobre
las revelaciones de que los servicios secretos de su país espiaron a las
delegaciones que participaron en 2009 en dos cumbres del G20 en Londres.
En unas
declaraciones a la cadena SkyNews desde Lough Erne, cerca de la localidad
norirlandesa Enniskillen, donde se celebra la cumbre del G8 (los siete países
más industrializados y Rusia), Cameron dijo ayer que el Reino Unido nunca hace
comentarios sobre los asuntos relaciones con la seguridad.
¿Espiarán también en este g8? Al serle preguntado si podía garantizar
que los participantes al G8 no serán sometidos al mismo espionaje que las
delegaciones del G20, el primer ministro británico insistió en que no
pensaba comentar sobre asuntos relacionados con las actividades de
inteligencia. "Nunca comentamos asuntos de seguridad o de inteligencia, y
no voy a empezar ahora (...) eso sería romper algo (por las reglas sobre
seguridad) que ningún Gobierno ha hecho antes", afirmó Cameron.
la delegación rusa, preocupada Rusia expresó ayer su preocupación por las
revelaciones sobre las presuntas escuchas telefónicas por los servicios
secretos de Occidente al entonces presidente ruso, Dmitri Medvédev, durante las
dos cumbres del G20 de 2009 en Londres. "En general, como un país que se
preocupa por la protección de su propia información, por supuesto" que nos
preocupamos, dijo Alexéi Kvásov, portavoz de la delegación rusa en la cumbre
del G8 en Irlanda del Norte, citado por la agencia Interfax.
Con
todo, negó que esos informes publicados ayer por The Guardian vayan a
influir en la preparación para la cumbre.
"¡Qué
escándalo!. En 2009 durante el G20 los servicios secretos de EE.UU. y Reino
Unido escuchaban las conversaciones telefónicas de Medvédev. EE.UU. lo niega,
pero no se les puede creer. Puro engaño", lamentó en su twitter Alexéi
Pushkov, jefe del Comité de Exteriores de la Duma o cámara de diputados.
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